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28.12.13

LA PRESENCIA DE LEVIATÁN - YAN NAZCA - 2013


Por aquel tiempo la vida era incipiente. No había duchas ni tejados ni alacenas. Dormíamos a la vera del río. No había contaminación lumínica ni ruido. Eramos la noche. Avistamos en la oscuridad los rasgos de otra especie. Quisimos alabar su presencia con el sacrificio de nuestros hijos. Vino Enero y Febrero y empezamos a escuchar a los astros. Establecimos prioridades. Nos asentamos en tribus. Supimos de los otros a través de amenazas y el olor a carne quemada. La primera bandera hondeó una mañana de abril. Se abrió la veda. Miro el despertador y no cesan las horas. Sombras acampan en sigilo. Nos dijeron que viviríamos bien y ya no queda nada. Números, pantallas, precipicios. Carroña en el brezal. Tajos en la médula. Risa de cadáveres. Trato de elevar la mirada más allá del empedrado. Escucho bramidos. El halcón peregrino aprende del señuelo y caza en picado. Las costas de África. Espejismos, el ser que se disuelve, la llamada a la oración. LLevo un turbante y duermo bajo el silencio de una jaima. He bebido por siglos. He caminado entre las dunas. y no temo a los ladrones en la noche. Hay arbustos entre los que esconderse del Apocalipsis. 



Me nacen del alma huevas y electrones. Me nace el grito en tu búsqueda. Nacieron silvestres los sueños como si no fueran a morir. Se acariciaban unos a otros en la magnitud de la noche. Se vertían a las aguas flores y alimentos en honor a las dioses. No existía disidencia en el Paraíso. Luego vinieron los hijos y los hijos de los hijos. Mucho antes de Eva sonaban cascabeles en los campos del señor. Crecía la historia y los apenas hombres y mujeres se fueron en busca del Oro único y definitivo. Luego creció la hierba y el yo te mato por este charco que es mi reino. Las espigadoras aún lamían a secas la tierra y los hijos de los hijos levantaron sus torres para ser vistos. Se convirtieron en lugartenientes de lugartenientes y su ejército vibrante era una exhibición de llamaradas en la noche. El Paraíso se alzó hasta punzar el cielo con una diadema de niños y vientres abombados. Volaban felices moscas de alquitrán alrededor de los cuerpos. No hubo tregua entre hermanos. Cayeron las torres. Se enterró sin lápidas a los muertos y volvimos a la faena. No hubo mistral que se llevará aquel hedor. Crecieron palmeras y los primeros turistas tomaron posiciones. Para comer cruzábamos la calle sin mirar a los semáforos. Vivíamos en huecos hollados en la tierra. Se oían caer gotas de lluvia en los túneles del tiempo. Era una tierra fecunda y un patio asediado por la herrumbre. Casaban entre sí familias y los vástagos nacían a contracorriente.

6.3.13

LA PRESENCIA DE LEVIATÁN - YAN NAZCA - 2013

Si nos perdíamos pasábamos largas horas en silencio. En los orificios y grietas nos guiaba la luz. Manteníamos la calma para sobrevivir a las sacudidas de los terremotos. Muchos de ello eran silenciosos. Fuimos los primeros en cartografiar el vacío. No existía control por satélite ni soñábamos con el. Sólo muestras de agua y gusanos. Rastreábamos las profundidades en búsqueda de vida. Materia orgánica. Alimento. Dormíamos bajo tierra cubiertos por ramas antes de partir hacia lo desconocido.Toneladas de presión en nuestros corazones. Eramos abisales y bacterias. Innumerables criaturas en la oscuridad. De momento, esta era nuestra misión. Ir más allá de los indicios. Noche a noche fuiste invadiendo nuestras pesadillas. Nos despertabas cubiertos de sudor en las épocas más frías. No nos atrevimos a dibujarte sin jurar antes que estaríamos más unidos que nunca ante la adversidad. Eramos fuertes y muy débiles. Tan débiles que reventábamos de dolor la mayor parte de nuestras vidas. Tan fuertes que aprendimos a hacer fuego y matar. Eramos un puñado de pobres minusválidos. Unos jodidos cabrones en los albores del tiempo ganándose el pan. Ya no recuerdo si en aquella época existía algo parecido al amor. Recuerdo que escupíamos y labrábamos la tierra con nuestras manos sacrílegas. No se bien si los más jóvenes nos servían de alimento pero si recuerdo que los buitres eran arrojados a los acantilados para darte de comer sangre de tu sangre. 


Hubo una mañana en la que una fiebre colectiva nos arrojó dudas. Eramos inmortales de espíritu. El cuerpo lo sabíamos enfermizo y putrefacto. El alma se nos apretaba nervio a nervio y temíamos no llegar a la siguiente estación, la próxima parada, el rito iniciático y funerario. Quisimos creer que crecerían palmeras. Santuarios en los que lavarse las manos sin ser devorados por ti. Pero tu crecías solemne. Eras el altar y las cofradías.Tu rostro no era rostro humano. Y al oscurecer aquella mañana las batidas de jabalí nos convencieron de no proferir amenazas ni alentar tu nombre en vano. Eramos tan solo el sueño de futuras megalópolis. De engendros y seres sin piedad. Nuestro esperma vibraba por dentro a la espera de Babel.

YAN NAZCA 2013

23.1.13

YREALYDAD


La yrealydad es una entidad orientada a la persistencia (e.o.p) dotada de procesos destinados a implementar dicha persistencia en diferentes ámbitos de la experiencia. Desde la colonización utópica hasta la consolidación metablástica, pasando por el proceso de metavanguardismo narrativista, los procesos yreales constituyen equivalentes fisiológicos que hacen de la yrealydad una entidad que se desarrolla en los intersticios de los conceptos convencionales, adaptable a cualquier medio que se desarrolle en la brecha abierta en cualquier oposición binaria. Esta predilección por la evidente narratividad de toda construcción ontológica dota a la yrealydad de cierta dificultad a la hora de buscar asideros, cuando se trata de emprender un viaje por las diferentes topolexias que se despliegan a lo largo y ancho de esta particular topografía existencial. En esta dificultad radica la necesidad tanto de una guía de uso como de diferentes instrumentos portátiles para una topología yreal. Las topologías portátiles permiten una aproximación intuitiva y polidimensional al fenómeno modular de crecimiento radicante de diferentes estructuras de la yrealydad, base indispensable para la relacionalidad que evita la caída en el ambivalente solipsismo.