30.4.12

BUENOS DÍAS MALASAÑA > RESEÑA EL PAÍS

Una tarde de verano Giuseppe Zamora paraba a los paseantes de la calle de La Palma con una propuesta inusual. "¿Un retrato? Gratis. ¿Un retrato?". La galería LAPIEZA estaba remodelando su fachada, "interviniéndola", como ellos dicen. Una impresora portátil, un poco de cinta adhesiva y media hora después el artista revestía la pared con un azulejo moderno: un mosaico de caras jóvenes y alegres en blanco y negro: el nuevo rostro de Malasaña.


Lejos de sus días de rebeldía, el barrio madrileño -que se llamó Hospicio en el XIX, por el asilo barroco de Pedro de Ribera (hoy Museo de Historia), y barrio de Maravillas en el XVIII, por las flores que abundaban en sus balcones- lucha por renovar la reputación alternativa que se ganó durante la movida. Y entre boutiques y tiendas de magdalenas, que parecen sacadas de Amélie, también surgen propuestas menos comerciales.

Negocio, ocio y cultura se mezclan con frecuencia en Malasaña. "Para el arte contemporáneo es básico que los jóvenes se acerquen", explica Anto Lloveras de la galería LAPIEZA (La Palma, 15; www.lapiezalapieza.blogspot.com), ubicada en la antigua Central Vegetariana, un icono de la zona. "Hacemos arte sin mediación institucional, gestionada por los propios artistas", dice. "No inauguramos exposiciones, somos una instalación mutante". Como el barrio.